El profeta Isaías les dijo a los jefes de Israel: «Ustedes, que son tan malos como fueron los jefes de Sodoma y los habitantes de Gomorra, ¡escúchenme bien! ¡Atiendan a lo que Dios les dice! »Dios les advierte: “¿Por qué me traen tantos animales para presentarlos en mi altar? ¡Ya estoy harto de esas ofrendas; me da asco ver tanta sangre de toros, carneros y cabritos! ”Yo nunca les he pedido que me traigan esos animales cuando vienen a adorarme; solo vienen para ensuciar mi templo y burlarse de mí. ¡Váyanse de mi templo! ”¡Para mí, esas ofrendas no tienen ningún valor! ¡Ya no quiero que las traigan! Y no me ofrezcan incienso porque ya no lo soporto. Tampoco soporto sus fiestas de sábado y luna nueva, ni reuniones de gente malvada. Me resultan tan molestas que ya no las aguanto. ”Ustedes oran mucho, y al orar levantan las manos, pero yo no los veo ni los escucho. ¡Han matado a tanta gente que las manos que levantan están manchadas de sangre! ¡Dejen ya de pecar! ¡No quiero ver su maldad! ¡Dejen ya de hacer lo malo y aprendan a hacer lo bueno! Ayuden al maltratado, traten con justicia al huérfano y defiendan a la viuda. ”Vengan ya, vamos a discutir en serio, a ver si nos ponemos de acuerdo. Si ustedes me obedecen, yo los perdonaré. Sus pecados los han manchado como con tinta roja; pero yo los limpiaré. ¡Los dejaré blancos como la nieve! ”Entonces comerán de lo mejor de la tierra; pero si siguen siendo rebeldes, morirán en el campo de batalla. Les juro que así será”».
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