Dios mío, a gritos te pido que me ayudes, pero tú no me escuchas; ¿cuándo vas a hacerme caso? Te he rogado que acabes con la violencia, pero tú no haces nada. ¿Por qué me obligas a ver tanta violencia e injusticia? Por todas partes veo solo pleitos y peleas; por todas partes veo solo violencia y destrucción. Nadie obedece tus mandamientos, nadie es justo con nadie. Los malvados maltratan a los buenos, y por todas partes hay injusticia. Dios respondió: «Fíjense en las naciones. Miren lo que sucede entre ellas. Lo que pronto van a ver los dejará con la boca abierta. Si alguien les contara esto, ustedes no podrían creerlo. »Voy a hacer que los babilonios se dispongan a atacarlos. Son un pueblo muy cruel, y recorren el mundo para adueñarse de tierras ajenas. Para ellos solo vale su ley y solo importa su honor; ¡son un pueblo terrible! »Sus caballos y sus jinetes vienen galopando desde muy lejos; son más veloces que los leopardos y más feroces que los lobos nocturnos; se lanzan sobre sus enemigos como el águila sobre su presa. A su paso lo destruyen todo; a su paso siembran el terror, y los prisioneros que toman son tantos como la arena del mar.
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