Labán y su familia respondieron:
—Todo esto viene de Dios, y nosotros no podemos decirle a usted ni una cosa ni otra. Pero aquí está Rebeca. Puede usted llevársela, y que se case con el hijo de su amo, ya que así lo ha decidido Dios.
Al oír esto, el mayordomo se inclinó hasta el suelo y dio gracias a Dios; luego sacó joyas de oro y plata, y vestidos, y se los dio a Rebeca. A su hermano y a su madre también les dio valiosos regalos. Después de eso, él y sus hombres comieron y bebieron, y pasaron la noche allí.
A la mañana siguiente, cuando se levantaron, el mayordomo pidió permiso para volver a la casa de su amo, pero el hermano y la madre de Rebeca respondieron:
—Deje usted que la muchacha se quede con nosotros unos días más, y entonces podrá irse.
Pero el mayordomo les rogó:
—¡No me detengan más! Ya Dios me ha dado éxito en mi viaje, así que déjenme volver a la casa de mi amo.
Ellos llamaron a Rebeca y le preguntaron:
—¿Quieres irte con este hombre?
Como Rebeca respondió que sí, la dejaron ir junto con la mujer que la había cuidado desde niña, el mayordomo y sus hombres. Su familia la despidió con esta bendición:
«Querida hermana nuestra,
deseamos que llegues a tener
miles y miles de descendientes,
y que ellos lleguen a conquistar
las ciudades de sus enemigos».
Entonces se levantó Rebeca, junto con sus sirvientas, y montando en los camellos se fueron siguiendo al mayordomo. Así fue como él se llevó a Rebeca.
Isaac vivía en el desierto del sur, pero esa tarde llegó hasta el manantial que se llama «Pozo del Dios que vive y todo lo ve». Había salido a dar un paseo por el campo. De pronto, alzó la vista y vio que unos camellos se acercaban. También Rebeca alzó la vista, y al ver a Isaac se bajó del camello y le preguntó al mayordomo:
—¿Quién es aquel hombre que viene por el campo a nuestro encuentro?
El mayordomo respondió:
—¡Es mi amo!
Entonces ella tomó un velo y se cubrió la cara. Y luego de que el mayordomo le contó a Isaac todos los detalles del viaje, Isaac llevó a Rebeca a la tienda de campaña de su madre Sara, y se casó con ella. Así fue como Rebeca llegó a ser su esposa, y él la amó mucho. Esto le ayudó a Isaac a olvidar la muerte de su madre.