Cuando Dios comenzó a crear
el cielo y la tierra,
la tierra no tenía forma,
ni había en ella nada
que tuviera vida.
Las aguas estaban cubiertas
por una gran oscuridad,
pero sobre la superficie del agua
se movía el espíritu de Dios.
Dijo entonces Dios:
«¡Quiero que haya luz!»
¡Y al instante hubo luz!
Al ver Dios la belleza de la luz,
la apartó de la oscuridad
y le puso por nombre «día».
A la oscuridad la llamó «noche».
Y cayó la noche,
y llegó la mañana.
Ese fue el primer día.
Dijo entonces Dios:
«Quiero que haya entre las aguas
algo firme que las separe».
¡Y al instante se hizo así!
Dios puso algo firme entre las aguas,
y la mitad de las aguas quedó abajo
y la otra mitad quedó arriba.
Al ver la belleza del firmamento,
Dios le puso por nombre «cielo».
Y cayó la noche,
y llegó la mañana.
Ese fue el segundo día.
Dijo entonces Dios:
«Quiero que las aguas
que están debajo del cielo
se junten en un solo lugar,
y que aparezca lo seco».
¡Y al instante se hizo así!
Dios llamó «tierra» a lo seco,
y llamó «mar» a las aguas.
Al ver Dios tal belleza, dijo:
«Quiero que haya en la tierra
árboles y plantas
que den fruto y semilla».
¡Y al instante se hizo así!
La tierra produjo árboles y plantas;
los árboles dieron frutos,
y las plantas dieron semillas.
Mientras Dios admiraba tal belleza,
cayó la noche,
y llegó la mañana.
Ese fue el tercer día.
Dijo entonces Dios:
«Quiero que haya en el cielo
luces que separen el día de la noche;
luces que indiquen las estaciones,
los días y los años;
luces en el cielo azul
que iluminen la tierra».
¡Y al instante se hizo así!
Dios hizo las dos grandes luces:
el sol, para que domine en el día,
y la luna, para que domine en la noche.
También hizo las estrellas.
Dios puso estas luces en el cielo
para alumbrar la tierra,
para dominar en el día y en la noche,
y para separar la luz de la oscuridad.
Mientras Dios admiraba tal belleza,
cayó la noche,
y llegó la mañana.
Ese fue el cuarto día.
Dijo entonces Dios:
«Quiero que los mares
se llenen con seres vivos.
Quiero que las aves
vuelen sobre la tierra
y crucen el cielo azul».
Así creó Dios
los grandes monstruos marinos.
Creó todos los seres vivos
que se mueven en el agua,
y todas las aves del cielo.
Al ver Dios tal belleza,
les dio esta bendición:
«Quiero que los peces
se reproduzcan y llenen los mares;
quiero que las aves
se multipliquen sobre la tierra».
Y cayó la noche,
y llegó la mañana.
Ese fue el quinto día.
Dijo entonces Dios:
«Quiero que haya en la tierra
toda clase de seres vivos:
animales domésticos,
animales salvajes,
reptiles e insectos».
¡Y al instante se hizo así!
Dios hizo los animales salvajes,
los animales domésticos,
los reptiles y los insectos.
Al ver Dios tal belleza, dijo