Lo que quiero decir es esto: la promesa de Dios no puede cambiarla, ni dejarla sin valor, una ley que Dios dio cuatrocientos treinta años después. Porque si Dios diera lo que prometió solo a quien obedece la ley, entonces ya no lo daría para cumplir su promesa. Pero lo cierto es que, cuando Dios le aseguró a Abraham que le daría lo prometido, no le pidió nada a cambio. Entonces, ¿para qué sirve la ley? Pues después de hacerle su promesa a Abraham, Dios nos dio la ley para mostrarnos lo que estábamos haciendo mal. Pero esa ley serviría solo hasta que viniera el descendiente de Abraham, a quien Dios le hizo la promesa. Dios le dio la ley a Moisés por medio de los ángeles, para que él nos la diera a nosotros. Pero cuando Dios le hizo la promesa a Abraham, no usó mensajeros, sino que se la hizo personalmente. Esto no significa que la ley esté en contra de las promesas de Dios. ¡De ninguna manera! Porque si la ley pudiera darnos vida eterna, entonces Dios nos hubiera aceptado por obedecerla. La Biblia dice que el pecado nos domina a todos, de modo que el regalo que Dios prometió es para los que confían en Jesucristo. Antes de eso, la ley fue como una cárcel, donde estuvimos encerrados hasta que vimos que podíamos confiar en Cristo.
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