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Daniel 10:1-19

Daniel 10:1-19 TLA

Daniel también escribió: «Yo tuve otro sueño acerca de lo que estaba por pasar. Cuando eso sucedió, Ciro llevaba ya tres años como rey de Persia. También ese sueño era muy difícil de entender, pero yo me propuse entenderlo, y lo logré. »Durante tres semanas estuve muy triste. No comí carne ni tomé vino, ni probé nada de lo que me gustaba. Tampoco me puse ningún perfume. El día veinticuatro del mes de Abib, yo estaba a la orilla del gran río Tigris. De pronto, miré a alguien parecido a un hombre. Estaba vestido con ropa de lino, y tenía puesto un cinturón de oro puro. Su cuerpo parecía estar hecho de cristal amarillo, y su cara tenía el brillo de un relámpago. Sus ojos parecían llamas de fuego, sus brazos y sus pies brillaban como metal pulido, y hablaba tan fuerte que su voz sonaba como el murmullo de mucha gente. Se trataba del ángel Gabriel. »Cuando tuve este sueño, yo estaba solo, pues los que estaban conmigo se asustaron tanto que fueron a esconderse. Hasta yo mismo me puse pálido de miedo, y sentí que me desmayaba. »Al oír que el ángel me hablaba, me desmayé y caí de cara al suelo. Pero el ángel me ayudó a levantarme, y me puso de rodillas, con las manos sobre el suelo. Entonces me dijo: “Daniel, levántate y escucha bien lo que voy a decirte. Dios te ama, y por eso me envió a darte este mensaje”. »Mientras el ángel hablaba conmigo, yo me puse de pie, pero seguía temblando. Y el ángel me dijo: “Daniel, no tengas miedo. Dios escuchó tus oraciones desde el primer día, cuando trataste de entender ese sueño tan difícil y te humillaste ante él. Por eso Dios me envió a decirte que tú has visto lo que va a pasarle a tu pueblo en el futuro. ”Yo iba a venir antes, pero no pude hacerlo porque, durante veintiún días, el ángel encargado de cuidar al reino de Persia me lo impidió. Yo me había quedado solo, junto a los reyes de Persia, pero vino en mi ayuda Miguel, uno de los ángeles más importantes de todos”. »Mientras el ángel Gabriel me decía todo esto, yo me quedé callado y solo miraba al suelo. Entonces alguien más, que también parecía un hombre, me tocó los labios. Yo le dije al ángel que estaba conmigo: “Mi señor, lo que estoy viendo me llena de angustia y me deja sin fuerzas. ¿Cómo quiere usted que le hable, si casi no puedo respirar?” »Aquel personaje volvió a tocarme, y me dio nuevas fuerzas. Me dijo: “¡No tengas miedo, ni te preocupes de nada! ¡Alégrate y ten valor, pues Dios te ama!” »Y mientras me decía esto, sentí que me volvían las fuerzas. Entonces le dije: “Mi señor, ahora puede usted hablarme, pues ya tengo nuevas fuerzas”.