Esos falsos maestros son como pozos secos, sin agua; ¡son como nubes llevadas por fuertes vientos! Pero Dios los castigará y los echará para siempre a la más profunda oscuridad. Porque ellos, para impresionar a la gente, dicen cosas bonitas que, en realidad, no sirven para nada. Obligan a otros a participar en sus mismos vicios y malos deseos, y engañan a los que con mucho esfuerzo apenas logran alejarse del pecado. Les prometen que serán libres de hacer lo que quieran, pero ellos mismos no pueden dejar de hacer el mal. Y será ese mismo mal el que acabará por destruirlos, pues quien no puede dejar de pecar es esclavo del pecado. Además, los que han conocido a nuestro Señor y Salvador Jesucristo ya no siguen el ejemplo de los pecadores de este mundo; pero, si se dejan engañar con esas cosas, y además se dejan controlar por el pecado, quedarán peor que antes. Más les valdría no haber conocido este santo mandamiento, ni saber de qué manera quiere Dios que vivan, que saber esto y no obedecerlo. Así, esas personas demuestran la verdad del dicho: «El perro vuelve a su vómito», y también la verdad de este otro: «El cerdo recién bañado vuelve a revolcarse en el lodo».
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