Cuando corrijas a un anciano, no lo regañes; al contrario, aconséjalo como si fuera tu propio padre. Trata a las ancianas como a tu propia madre, a los jóvenes como a tus hermanos, y a las jóvenes como a tus hermanas, es decir, con todo respeto.
Ayuda a las viudas que de veras necesiten ayuda. Pero si alguna viuda tiene hijos o nietos, son ellos los primeros que deben ayudarla en todo lo que necesite, así como antes ella los cuidó y los ayudó. Esto es lo que Dios quiere que se haga.
La viuda que realmente se ha quedado sola, confía en Dios y le pide su ayuda de día y de noche. Pero la viuda que solo piensa en divertirse está muerta en vida. Por eso, ordénales a todos que hagan lo que te he dicho, para que nadie pueda criticarlos. Quien no cuida de sus parientes, y especialmente de su familia, no se porta como un cristiano; es más, tal persona es peor que quien nunca ha creído en Dios.
Para que una viuda esté en la lista de ayuda de la iglesia, debe tener por lo menos sesenta años de edad y haber estado casada una sola vez. También debe ser conocida por sus buenas obras. Por ejemplo, tiene que haber criado bien a sus hijos y a sus hijas, haber recibido bien a quienes visitaron su casa, haber sido humilde con los miembros de la iglesia, y haber ayudado a los que sufren. Es decir, en esa lista deben estar las que hayan hecho lo bueno.
No pongas en esa lista a las viudas de menos edad, porque más tarde quieren volver a casarse, se oponen a Cristo, y dejan de cumplir su promesa de no casarse y de trabajar en la iglesia. ¡Y Dios tendrá que castigarlas! Además, se vuelven perezosas y se acostumbran a andar de casa en casa para llevar y traer chismes, y para meterse en asuntos ajenos y hablar de lo que no deben.
Por eso, quiero que las viudas jóvenes se vuelvan a casar, y que tengan hijos y se ocupen de cuidar a su familia. Así los que no creen en Jesucristo no podrán criticarnos. Y es que algunas de ellas ya han dejado de confiar en Cristo, y ahora obedecen a Satanás.
Si alguna mujer cree en Jesucristo, y en su familia hay alguna viuda, debe ayudarla. De este modo la iglesia tendrá una responsabilidad menos y podrá ayudar a las viudas que realmente lo necesiten.
Los líderes de la iglesia que hacen bien su trabajo merecen que se les pague el doble, especialmente los que anuncian y enseñan la buena noticia. Porque la Biblia dice: «No impidan que el buey coma mientras desgrana el trigo», y también dice: «Quien trabaja merece que se le pague.»
Cuando alguien acuse a un líder, pídele que presente a dos o tres testigos. Si no lo hace, no le prestes atención. Si alguno de los líderes sigue pecando, corrígelo ante toda la iglesia, para que los demás tengan miedo y no hagan lo mismo.
Dios, y Jesucristo, y todos los ángeles que Dios ha elegido, están escuchando lo que te voy a decir: Obedece todo lo que te he ordenado hacer y sé justo con todos, sin tener favoritos. Antes de nombrar a alguien para el servicio a Dios, piénsalo bien. Porque, si esa persona hace algo malo, tú serás también responsable de lo que haga. Tú mismo debes apartarte del mal.
Como casi siempre estás enfermo del estómago, no bebas solo agua, sino también un poco de vino.
Algunas veces podemos darnos cuenta de que una persona está pecando, aun antes de que se le juzgue. Pero otras veces no nos damos cuenta hasta mucho después. Lo mismo pasa con las buenas acciones. Algunas se ven con facilidad, pero otras no. Sin embargo, ninguna de ellas quedará oculta.