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1 Samuel 17:17-58

1 Samuel 17:17-58 TLA

Así fue como un día Jesé le dijo a David: «Tus hermanos están con Saúl y los demás israelitas en el valle de Elá, peleando contra los filisteos. Llévales ahora mismo unos veinte kilos de trigo tostado y diez panes. Toma también estos diez quesos, y dáselos al jefe del ejército. Fíjate cómo están tus hermanos, y tráeme alguna de sus pertenencias como señal de que están bien». En cuanto amaneció, David se levantó y dejó sus ovejas al cuidado de uno de los pastores, luego tomó la comida que su padre le había indicado, y se puso en camino. Cuando llegó al campamento, el ejército israelita se estaba formando y lanzando el grito de batalla. Y los israelitas y los filisteos se pusieron frente a frente. David dejó la comida con uno de los guardias y se fue corriendo para saludar a sus hermanos. Mientras hablaba con ellos, escuchó cuando Goliat salió de entre los filisteos y empezó a gritar y a desafiar a los israelitas. Cuando estos vieron a Goliat, les dio mucho miedo y huyeron. Pero David les preguntó a los que estaban cerca de allí: —¿Quién se cree este extranjero, que se atreve a desafiar a los ejércitos de Dios? ¿Qué le darán a quien lo mate y le devuelva la honra a Israel? Y le contestaron a David: —Quien mate a ese atrevido, se casará con la hija del rey Saúl. También recibirá muchas riquezas, y su familia no volverá a pagar impuestos. Cuando Eliab, que era el hermano mayor de David, escuchó la conversación de David con los soldados, se enojó muchísimo y le preguntó a David: —¿A qué viniste? ¿Con quién dejaste tus pocas ovejas en el desierto? Yo sé bien que eres un mentiroso y un malvado. Solo viniste a ver la batalla. Pero David le respondió: —¿Y ahora qué hice? ¿Qué, ya no puedo ni hablar? Y David se alejó de su hermano, pero fue y le preguntó a otro soldado en cuanto a la recompensa que ofrecía el rey. Y el soldado le repitió lo que ya le habían dicho. Algunos soldados oyeron que David andaba preguntando, y fueron a decírselo a Saúl. Entonces el rey hizo llamar a David, y David le dijo: —No se preocupe Su Majestad. Yo mataré a ese filisteo. Pero Saúl le dijo: —No vas a poder matarlo. Tú eres todavía muy jovencito, y él ha sido guerrero toda su vida. David le contestó: —Yo soy pastor de las ovejas de mi padre. Pero si un león o un oso vienen a llevarse alguna oveja, yo los persigo, los hiero y les quito del hocico la oveja. Y si el león o el oso se me echan encima, yo los golpeo y los mato. Y eso mismo voy a hacer con este filisteo, pues ha desafiado a los ejércitos del Dios vivo. Si Dios me ha librado de las garras de leones y de osos, también me librará de este filisteo. Entonces Saúl le dijo a David: —Anda, pues, y que Dios te acompañe. Enseguida Saúl dio órdenes de que le pusieran a David su propia ropa militar, su armadura de bronce y su casco. Por su parte, David se colgó la espada, pero como no estaba acostumbrado a usar armadura, no podía ni caminar. Así que le dijo a Saúl: —Yo no estoy acostumbrado a usar esto, y no puedo ni caminar. Y se quitó la armadura. Pero tomó su vara y su honda, y puso en su bolsa cinco piedras del río. Luego fue y se le acercó al filisteo. También Goliat se acercó a David, aunque su ayudante iba siempre delante de él. Cuando vio que David no era más que un muchachito de piel morena, lo consideró muy poca cosa y lo maldijo en nombre de sus dioses. Le dijo: —¡Vaya con el niño bonito! Vienes a pelear conmigo con un palo, como si fuera yo un perro. Ven acá, que te voy a matar, y con tu carne voy a alimentar a los buitres y a las bestias salvajes. Pero David le contestó: —¡Y tú vienes a pelear conmigo con espada, y flechas y lanza! Pues yo vengo en el nombre del Dios todopoderoso, el Dios de los ejércitos de Israel, a quien te has atrevido a desafiar. Hoy mismo Dios me ayudará a vencerte, y te mataré y te cortaré la cabeza. Hoy mismo alimentaré a los buitres y a las bestias salvajes con los cadáveres de los soldados filisteos. ¡Y todo el mundo sabrá lo grande que es el Dios de Israel! »Todos los que están aquí se darán cuenta de que es Dios quien da la victoria en las batallas. Dios nos dará la victoria sobre ustedes, ¡y así sabrán que para triunfar, Dios no necesita de espadas ni de flechas! Cuando el filisteo se acercó para atacarlo, David también corrió hacia él y, sacando una piedra de su bolsa, disparó su honda y le pegó al filisteo en plena cara. La piedra se le clavó en la frente, y el filisteo cayó de cara al suelo. Enseguida corrió David y se paró sobre Goliat, le quitó su espada y, de un solo golpe, le cortó la cabeza. Así fue como, sin tener una espada, David venció al filisteo. Lo mató con solo una honda y una piedra. Cuando los filisteos vieron muerto a su poderoso guerrero, salieron corriendo. Pero los hombres de Israel y de Judá, lanzando un grito de batalla, los persiguieron hasta la entrada de Gat y de Ecrón. Todo el camino que lleva a Gat y a Ecrón, y que se conoce con el nombre de Saaraim, quedó cubierto de filisteos muertos. Luego de perseguir a los filisteos, los israelitas regresaron al campamento filisteo y se apoderaron de todas sus pertenencias. David, por su parte, llevó a Jerusalén la cabeza del filisteo y se quedó con sus armas. Mientras David peleaba con Goliat, Saúl le preguntó a Abner, que era el jefe de su ejército: —¿Quién es ese joven? ¿Quién es su padre? Y Abner le contestó: —Le juro a Su Majestad que no lo sé. Entonces el rey le dijo: —Pues averígualo. Luego de que David mató al filisteo, Abner lo llevó a la presencia de Saúl. David llevaba en la mano la cabeza del filisteo. Y Saúl le preguntó