»¡Dios mío, a ti te pertenecen la grandeza y el poder, la gloria, el dominio y la majestad! Porque todo lo que existe es tuyo. ¡Tú reinas sobre todo el mundo! »Tú das las riquezas y el honor, y tú dominas a todas tus criaturas. Tuyos son el poder y la fuerza, y das grandeza y poder a todos. »Por eso es que hoy, Dios nuestro, te damos gracias, y alabamos tu nombre glorioso. »Dios nuestro, todas estas riquezas que hemos dado para construirte un templo, en realidad te pertenecen a ti. Son tuyas; tú nos diste todo, y ahora solo te regresamos lo que de ti habíamos recibido. Además, delante de ti, mi pueblo y yo somos como gente sin patria, que va de un lado a otro, como antes lo hicieron nuestros antepasados. Nuestra vida es como una sombra sobre la tierra, sin esperanza alguna. »Sabemos que ninguno de nosotros merece reconocimiento por las ofrendas que hemos traído. Yo sé, Dios mío, que tú te das cuenta de nuestras intenciones y que te gusta que seamos sinceros. Por eso me da una gran alegría saber que tu pueblo y yo te hemos presentado nuestras ofrendas, de buena voluntad y con toda sinceridad. »Dios de nuestros antepasados Abraham, Isaac y Jacob: haz que tu pueblo tenga siempre esta manera de pensar y de sentir, y que te ame con todo el corazón.
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