a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús. ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.
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La amargura es algo que envenena nuestra alma. Cada vez vemos a personas, aun creyentes, dominados por este terrible mal. Sin embargo, podemos vencerla cuando conocemos el pacto que Dios hizo por su pueblo, cancelando la enemistad por la paz y la inseguridad por la santidad. El maestro John Piper le invita a conocer sobre la raíz de la amargura y cómo vencerla.
Somos hijos de Dios y como hijos suyos vivimos con propósito, con el propósito de testificar a Cristo Jesús en todo momento y en todo lugar. Somos por Él, en Él y para Él.
El Nuevo Testamento continúa explicando el Evangelio a las personas que ya lo recibieron porque, como humanos, nos cuesta recordar lo que Dios ha hecho para salvarnos. Tenemos paz con Dios el juez porque Cristo tomó nuestra condenación sobre sí mismo. Sin embargo, Dios el Padre todavía disciplina a sus hijos. Como cristiano, ¿cómo trato con una conciencia culpable? Confieso y me arrepiento de mis pecados.
El pecado siempre ha sido la condición que nos aleja de Dios, y nos sentimos indignos de recibir su gloria. El pecado es el motivo por el cual las personas abandonan el camino y olvidan el llamado que el Señor hizo. Pero el Señor quiere que sepas que aún hay esperanza, su sacrificio de sangre te justificó y por amor tienes una nueva oportunidad.
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