Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales. Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol del que yo te mandé no comieses? Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí. Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí. Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti. Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.
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Muchos han encontrado en la Biblia a un Dios intimidante. Al Omnipotente que reparte juicios, controla todo y a todos, que blandea una justicia inexorable, que sostiene un estándar perfecto. La imagen, deja raspado a todo pecador y antes los motiva a huír, que a acercarse a Él. Para el cristiano, no obstante, el rostro de Dios es diferente. Se mira en el rostro del Cristo crucificado. Derrama un vasto perdón, e irradia una bondad inagotable. Aquel que rechaza a Cristo encara el rostro de justicia inexorable, pero al que lo contempla con ojos de fe, le está reservado un espléndido surtido de las delicias de su bondad. En estos tres devocionales, tomaremos unos cuantos aperitivos de las delicias de su benignidad, para que como dice la Biblia "tu gozo sea cumplido".
En todas las oraciones apostólicas encontramos un cúmulo de riquezas teológicas, pero particularmente en esta de Romanos 16, que se convierte en una síntesis de toda la epístola, el corazón de los redimidos y entendidos se llena de regocijo para adorar al Padre por su infinita gracia y orar confiados en la obra perfecta de su Hijo Jesucristo nuestro Rey y Señor.
Este plan tiene por objetivo ayudarte a comprender, lo vital que es siempre mantener ante Dios una actitud de transparencia y de genuinidad. Quiero invitarte a que juntos iniciemos estos tres días con gran entusiasmo y expectativa sobre lo que Dios quiere hablarte.
Ni antes, ni hoy, ni mañana, ¡nunca será fácil guardarse para Dios! Se requiere carácter y mucha fe en Dios y en las convicciones. Este reto es duro pero no imposible. Daniel y sus compañeros nos dan grandes lecciones y en este plan vamos a meditar en sus decisiones.
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