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Romanos 11:1-24

Romanos 11:1-24 RVC

Por lo tanto, pregunto: ¿Acaso Dios desechó a su pueblo? ¡De ninguna manera! Porque también yo soy israelita, descendiente de Abrahán y de la tribu de Benjamín. Dios no desechó a su pueblo, al cual conoció desde un principio. ¿No saben ustedes lo que dice la Escritura acerca de Elías, de cómo invocó a Dios contra Israel, cuando dijo: «Señor, han dado muerte a tus profetas, y han derribado tus altares. Sólo yo he quedado, y procuran matarme»? ¿Y cuál fue la respuesta divina? «Me he reservado siete mil hombres, que no han doblado la rodilla delante de Baal.» De la misma manera, aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia. Y si es por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no sería gracia. Y si fuera por obras, ya no sería gracia; de otra manera la obra ya no es obra. ¿Entonces, qué? Israel no ha alcanzado lo que buscaba, pero los escogidos sí lo han alcanzado, y los demás fueron endurecidos. Como está escrito: «Dios les dio un espíritu de estupor, y así son hasta el día de hoy. Tienen ojos que no ven y oídos que no oyen.» Y David dice: «Que sus banquetes se conviertan en trampa y en red, en tropezadero y en retribución; que sus ojos se nublen para que no vean, y sus espaldas se encorven para siempre.» Pregunto entonces: «¿Será que los de Israel tropezaron para caer?» ¡De ninguna manera! Más bien, su transgresión redundó en la salvación de los no judíos, para que los israelitas se pongan celosos. Pues si su transgresión ha enriquecido al mundo, y su fracaso ha enriquecido a los no judíos, ¡mucho más será lo que logre su plena restauración! Ahora les hablo a ustedes, a los que no son judíos. Por cuanto yo soy el apóstol de ustedes, honro mi ministerio. Yo quisiera poner celosos a los de mi sangre, y de esa manera salvar a algunos de ellos. Porque si su exclusión trajo como resultado la reconciliación del mundo, ¿qué resultará de su admisión, sino vida de entre los muertos? Si la primera parte de la masa es santa, también lo es la masa restante; y si la raíz es santa, también lo son las ramas. Si algunas de las ramas fueron cortadas, y tú, que eras un olivo silvestre, fuiste injertado en su lugar y has venido a participar de la raíz y de la rica savia del olivo, no te jactes contra las ramas; y si te jactas, conviene que sepas que no eres tú el que sustenta a la raíz, sino que es la raíz la que te sustenta a ti. Tal vez digas: «Las ramas fueron cortadas para que yo fuera injertado.» De acuerdo. Pero ellas fueron cortadas por su incredulidad, y tú te mantienes firme por la fe. Por lo tanto, no seas soberbio, sino temeroso. Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, tampoco a ti te perdonará. Por lo tanto, toma en cuenta la bondad y la severidad de Dios; severidad para con los que cayeron, pero bondad para contigo, si permaneces en esa bondad, pues de otra manera también tú serás cortado. Y aun ellos pueden ser injertados, si no permanecen en su incredulidad, pues Dios es poderoso para volver a injertarlos. Porque si tú, que por naturaleza eras un olivo silvestre, contra la naturaleza fuiste cortado e injertado en el buen olivo, ¡con más razón estos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo!

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