Señor, ¡cuán dichosos son aquellos a quienes corriges e instruyes en tu ley! En tiempos difíciles les das tranquilidad, mientras que para el impío se cava una fosa. Tú, Señor, no abandonas ni desamparas al pueblo que has hecho tuyo. La justicia volverá a ser justicia, y los de recto corazón irán tras ella. ¿Quién me defenderá de los malvados? ¿Quién se pondrá de mi parte contra los inicuos? Si el Señor no me ayudara, pronto mi ser se quedaría en silencio. Cuando dije: «Estoy a punto de caer», tú, Señor, por tu bondad me sostuviste. Cuando me vi abrumado por la angustia, tú me brindaste consuelo y alegría. Tú no eres amigo de esos reyes inicuos que con la ley en la mano violan la ley. Ellos conspiran contra la vida del justo, y condenan a muerte al que es inocente. Pero tú, Señor, eres mi refugio; eres mi Dios y la roca en que confío.
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