Señor, Dios de los ejércitos, ¡oye mi oración! Dios de Jacob, ¡escúchame! ¡Míranos, Dios y escudo nuestro, y posa la mirada en el rostro de tu ungido! Es mejor pasar un día en tus atrios que vivir mil días fuera de ellos. ¡Prefiero estar a la puerta de tu templo, oh Dios, que vivir en las mansiones de la maldad! Tú, Dios y Señor, eres sol y escudo; tú, Señor, otorgas bondad y gloria a los que siguen el camino recto, y no les niegas ningún bien. Señor de los ejércitos, ¡cuán dichoso es el que en ti confía!
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