Dios mío, ¡escucha mi oración! No te escondas; ¡atiende mi súplica! Préstame atención; ¡respóndeme! En mi oración clamo a ti, y me conmuevo por las amenazas de mis enemigos, por la opresión de los malvados. Sobre mí han descargado su iniquidad, y furiosos me persiguen. Dentro de mí, el corazón me duele; sobre mí han caído terrores de muerte. Me ha sobrevenido un terrible temblor, y estoy temblando de miedo. ¡Cómo quisiera tener alas de paloma! ¡Así podría volar, y descansaría!
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