Señor, ¡cómo han aumentado mis enemigos! Son muchos los que me atacan, son muchos los que me dicen que tú no vendrás en mi ayuda. Pero tú, Señor, me rodeas como un escudo; eres mi orgullo, el que sostiene mi vida. Con mi voz clamaré a ti, Señor, y tú me responderás desde tu lugar santo. Yo me acuesto, y duermo y despierto, porque tú, Señor, me sostienes. Aun si me rodean legiones de soldados, no tengo nada que temer.
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