Señor, dame a conocer tus caminos; ¡enséñame a seguir tus sendas! Todo el día espero en ti; ¡enséñame a caminar en tu verdad, pues tú eres mi Dios y salvador! Recuerda, Señor, que en todo tiempo me has mostrado tu amor y tu misericordia. Tú, Señor, eres todo bondad. Por tu misericordia, acuérdate de mí; pero olvídate de que en mi juventud pequé y fui rebelde contra ti. El Señor es bueno y recto; por eso enseña a los pecadores el camino. El Señor muestra su camino a los humildes, y los encamina en la justicia. Misericordia y verdad son los caminos del Señor para quienes cumplen fielmente su pacto. Señor, muy grande es mi pecado, pero haz honor a tu nombre, y perdóname. ¿Quieres tú servir al Señor? Él te mostrará el mejor camino. Te hará disfrutar de bienestar, y tus descendientes heredarán la tierra. El Señor es amigo de quienes le temen, y confirma su pacto con ellos. Señor, siempre dirijo a ti la mirada porque tú me libras de caer en la trampa. Mírame, y ten compasión de mí, pues me encuentro solo y oprimido. Crece en mi corazón la angustia; ¡líbrame de esta congoja! ¡Mira cómo sufro y me esfuerzo! ¡Perdóname todos mis pecados! ¡Mira cómo aumentan mis adversarios, y cuán grande es su odio contra mí! ¡Sálvame! ¡Protégeme! ¡No me dejes quedar en vergüenza, pues en ti he puesto mi confianza! ¡Protege mi integridad y rectitud, pues en ti he puesto mi esperanza!
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