Desde lo alto el Señor me tendió la mano y me rescató de las aguas tumultuosas, ¡me libró de los poderosos enemigos que me odiaban y eran más fuertes que yo! Me atacaron en el día de mi desgracia, pero el Señor me dio su apoyo: me llevó a un terreno espacioso, y me salvó, porque se agradó de mí. El Señor me premió porque soy justo; ¡porque mis manos están limpias de culpa! Yo he seguido los caminos del Señor, y ningún mal he cometido contra mi Dios. Tengo presentes todos sus decretos, y no me he apartado de sus estatutos. Con él me he conducido rectamente, y me he alejado de la maldad; él ha visto la limpieza de mis manos, y por eso ha recompensado mi justicia. Señor, tú eres fiel con el que es fiel, e intachable con el que es intachable. Juegas limpio con quien juega limpio, pero al tramposo le ganas en astucia. Tú salvas a los humildes, pero humillas a los soberbios. Señor, mi Dios, tú mantienes mi lámpara encendida; ¡tú eres la luz de mis tinieblas! ¡Con tu ayuda, mi Dios, puedo vencer ejércitos y derribar murallas! El camino de Dios es perfecto; la palabra del Señor, acrisolada; Dios es el escudo de los que en él confían.
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