Señor, acuérdate de David y de sus muchas aflicciones; acuérdate, Poderoso de Jacob, de la promesa que te hizo, cuando dijo: «No voy a refugiarme en mi casa, ni voy a entregarme al descanso; no me permitiré un momento de sueño, ni pegaré los ojos para dormirme, hasta que el Señor, el Poderoso de Jacob, tenga un lugar digno en el cual residir.» En Efrata oímos hablar del arca, y la hallamos en los campos del bosque. ¡Vamos! ¡Entremos en el santuario! ¡Arrodillémonos ante el estrado de sus pies! ¡Ven, Señor, a tu lugar de reposo! ¡Ven, con tu arca poderosa! ¡Que tus sacerdotes se revistan de justicia, y que se alegre el pueblo que te es fiel! Puesto que amas a tu siervo David, no le des la espalda, que es tu elegido.
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