Muchas han sido mis angustias desde mi juventud… —que lo reconozca el pueblo de Israel—, muchas han sido mis angustias desde mi juventud, pero no lograron vencerme. Sobre mis espaldas pasaron los arados y me dejaron profundas huellas, pero el Señor, que es justo, me libró de las ataduras de los malvados. ¡Que huyan avergonzados todos los que odian a Sión! ¡Que sean como la hierba en el tejado, que se marchita y nunca crece, que no alcanza a llenar la mano del segador, ni jamás llega a formar un manojo! Que nunca le digan los que pasan: «¡Que el Señor los bendiga! ¡Nosotros los bendecimos en el nombre del Señor!»
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