¡Cuánto amo yo tus enseñanzas! ¡Todo el día medito en ellas! Me has hecho más sabio que a mis perseguidores, porque tus enseñanzas están siempre conmigo. Entiendo más que mis maestros, porque tus testimonios son mi meditación. Comprendo mejor que los ancianos, porque obedezco tus mandamientos. Me he apartado de todo mal camino, para obedecer tu palabra. No me he apartado de tus juicios porque eres tú quien me dirige. ¡Cuán dulces son tus palabras en mi boca! ¡Son más dulces que la miel en mis labios! Tus mandamientos me han dado inteligencia; por eso odio toda senda de mentira. Tu palabra es una lámpara a mis pies; ¡es la luz que ilumina mi camino! Me comprometí, y no me arrepiento: voy a obedecer tus justas sentencias. Señor, me encuentro muy afligido; dame vida, conforme a tu promesa. Señor, espero que te agraden mis votos; enséñame a entender tus juicios. Mi vida está siempre en peligro, pero yo no me olvido de tu ley. Gente malvada me ha tendido trampas, pero yo no me he apartado de tus mandamientos. Tengo tu palabra como herencia eterna, porque ella me alegra el corazón. De corazón me dispongo a cumplir tus estatutos siempre, hasta el fin de mis días. No soporto a la gente hipócrita, pero amo tus enseñanzas. Tú eres mi escondite; eres mi escudo; en tu palabra he puesto mi esperanza. Ustedes los malhechores: ¡apártense de mí, que quiero obedecer los mandamientos de mi Dios! Aliméntame con tu palabra, y viviré; ¡no permitas que se frustre mi esperanza! Sostenme, y estaré a salvo, y siempre me alegraré en tus estatutos. Tú humillas a los que se apartan de tus estatutos, porque su astucia es pura falsedad. Consumes como a basura a todos los malvados, por eso yo amo tus testimonios. Todo mi ser se estremece de temor; ¡tiemblo a causa de tus sentencias!
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