¡Cuán dulces son tus palabras en mi boca! ¡Son más dulces que la miel en mis labios! Tus mandamientos me han dado inteligencia; por eso odio toda senda de mentira. Tu palabra es una lámpara a mis pies; ¡es la luz que ilumina mi camino! Me comprometí, y no me arrepiento: voy a obedecer tus justas sentencias. Señor, me encuentro muy afligido; dame vida, conforme a tu promesa. Señor, espero que te agraden mis votos; enséñame a entender tus juicios. Mi vida está siempre en peligro, pero yo no me olvido de tu ley. Gente malvada me ha tendido trampas, pero yo no me he apartado de tus mandamientos. Tengo tu palabra como herencia eterna, porque ella me alegra el corazón. De corazón me dispongo a cumplir tus estatutos siempre, hasta el fin de mis días. No soporto a la gente hipócrita, pero amo tus enseñanzas. Tú eres mi escondite; eres mi escudo; en tu palabra he puesto mi esperanza.
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