Nadie desprecia al que roba, si lo hace para calmar su apetito; si lo sorprenden, debe pagar siete veces y entregar todo el patrimonio de su casa, pero cometer adulterio es no tener cabeza; quien adultera, se corrompe a sí mismo, lo que obtiene son golpes y vergüenza, y nunca logra borrar esa mancha. Los celos despiertan la ira del hombre, y en el día de la venganza este no perdona; no perdona ni se da por satisfecho, aunque se le ofrezcan muchos obsequios.
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