Es mejor un mendrugo de pan, en paz, que carne en abundancia, en medio de peleas. El criado astuto se vuelve patrón del hijo vago, y comparte la herencia con los otros hermanos. El crisol pone a prueba la plata, el horno pone a prueba el oro, y el Señor pone a prueba los corazones. El malvado está atento a los labios inicuos; el mentiroso hace caso de la lengua infamante. El que ofende al pobre ofende a su Creador; no queda impune el que se alegra de su mal. Los nietos son la corona de los ancianos, y los padres son la honra de los hijos. No le queda al necio la grandilocuencia, y menos aún al príncipe el hablar con mentira. Quien practica el soborno, lo considera valioso pues le va bien en todo lo que hace. El que perdona el pecado, busca afecto; el que lo divulga, aleja al amigo. Gana más con un regaño quien es inteligente, que lo que gana el necio que recibe cien azotes. El que es rebelde no busca más que el mal, pero un día se enfrentará a un emisario cruel. Es mejor enfrentarse con una osa furiosa que lidiar con la obstinación de un necio. Quien paga mal el bien recibido, merece que el mal no se aparte de su casa. El comienzo de un conflicto pronto se vuelve un río desbordado; es mejor controlarlo, antes de que se desborde. Justificar al malvado y condenar al justo es igual de repugnante para el Señor. ¿Cómo puede el necio adquirir sabiduría, si tiene dinero pero no tiene entendimiento? El amigo ama en todo momento; en tiempos de angustia es como un hermano. ¡Qué poco inteligente es comprometerse y salir fiador en favor de un amigo! ¿Quieres pelear? ¡Quieres pecar! ¿Quieres darte importancia? ¡Quieres problemas! El de corazón malvado nunca da con el bien; el que se enreda con su lengua cae en desgracia. Ser padre de un necio es motivo de tristeza; ser padre de un necio no es motivo de alegría. Un corazón alegre es la mejor medicina; un ánimo triste deprime a todo el cuerpo. El impío acepta soborno y se lo guarda para corromper las sendas de la justicia. El rostro inteligente refleja sabiduría, pero el necio vaga con la mirada perdida. El hijo necio pone triste a su padre y le amarga la vida a su madre. No se debe condenar al que es inocente, ni castigar a quien es honorable y honrado. Sabio es quien cuida sus palabras; inteligente es quien tiene un espíritu prudente. Cuando el necio calla, pasa por sabio; cuando no abre la boca, pasa por inteligente.
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