Si a los justos les va bien, la ciudad se alegra; también hay fiesta cuando los impíos perecen. La bendición de los justos enaltece a la ciudad; la boca de los impíos la trastorna. El falto de cordura menosprecia a su prójimo; el hombre prudente sabe guardar silencio. Quien es chismoso da a conocer el secreto; quien es ecuánime es también reservado. Cuando no hay buen guía, la gente tropieza; la seguridad depende de los muchos consejeros. Avala a un extraño y vivirás angustiado; evita dar fianzas y vivirás tranquilo. La mujer agraciada acrecienta su honra; la gente violenta acrecienta sus riquezas. El hombre de bien se hace bien a sí mismo; el hombre cruel a sí mismo se hace daño. Las obras del malvado no tienen sustento; sembrar la justicia tiene un premio seguro. La justicia conduce a la vida, y seguir el mal conduce a la muerte. El Señor detesta al corazón perverso, pero ama a los que van por el camino recto. Tarde o temprano, el malvado será castigado, pero los justos y los suyos saldrán bien librados. La mujer bella pero fatua es como argolla de oro en hocico de cerdo. Los justos solo abrigan buenos deseos; la esperanza de los impíos es el enojo. A quienes reparten, más se les da; los tacaños acaban en la pobreza. El que es magnánimo, prospera; el que sacia a otros, será saciado. Al que acapara el trigo, el pueblo lo maldice, pero bendice al que lo vende. El que procura el bien, es bien favorecido; al que procura el mal, el mal le sobreviene. El que confía en sus riquezas, fracasa; los justos, en cambio, reverdecen como ramas. El que trastorna su casa hereda el viento; el necio acaba siendo esclavo del sabio. El fruto del justo es árbol de vida; el que arrebata la vida no es sabio. El justo recibe su recompensa en la tierra, ¡y también el impío y el pecador!
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