Porque nosotros somos la circuncisión; somos los que servimos a Dios en el Espíritu, los que nos gloriamos en Cristo Jesús y no ponemos nuestra confianza en la carne. Aunque también yo tengo de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: fui circuncidado al octavo día, y soy del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín; soy hebreo de hebreos y, en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que se basa en la ley, irreprensible. Pero todo lo que para mí era ganancia, lo he estimado como pérdida, por amor de Cristo. Y a decir verdad, incluso estimo todo como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por su amor lo he perdido todo, y lo veo como basura, para ganar a Cristo y ser hallado en él, no por tener mi propia justicia, que viene por la ley, sino por tener la justicia que es de Dios y que viene por la fe, la fe en Cristo
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