Cuando este supo que quien venía era Jesús de Nazaret, comenzó a gritar y a decir: «Jesús, Hijo de David, ¡ten misericordia de mí!» Muchos lo reprendían para que callara, pero él gritaba con más fuerza: «Hijo de David, ¡ten misericordia de mí!» Jesús se detuvo y mandó que lo llamaran. Los que llamaron al ciego le dijeron: «¡Mucho ánimo! ¡Levántate, que Jesús te llama!»
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