Tú, Belén Efrata, eres pequeña para estar entre las familias de Judá; pero de ti me saldrá el que será Señor en Israel. Sus orígenes se remontan al principio mismo, a los días de la eternidad.
El Señor los entregará hasta el momento en que dé a luz la que ahora está encinta y el resto de sus hermanos vuelva con los hijos de Israel.
Se levantará para guiarlos con el poder del Señor, con la grandeza del nombre del Señor su Dios; y ellos vivirán tranquilos porque él será engrandecido hasta los confines de la tierra.
Y él será nuestra paz.
Si los asirios vienen a nuestra tierra y pisotean nuestros palacios, levantaremos contra ellos siete pastores y ocho hombres prominentes,
que a filo de espada devastarán la tierra de Asiria y la tierra de Nimrod. Sí, ellos nos librarán de los asirios cuando estos vengan y ataquen nuestra tierra e invadan nuestras fronteras.
Entre los muchos pueblos, el remanente de Jacob será como el rocío del Señor y como las lluvias sobre la hierba, las cuales no esperan nada de nadie ni ponen su confianza en los seres humanos.
Además, el remanente de Jacob será, entre las naciones y la multitud de los pueblos, como el león entre los animales salvajes y como el cachorro del león entre los rebaños de ovejas, que a su paso aplasta y arrebata, sin que nadie pueda librarse.
¡Levanta, pues, tu mano contra tus enemigos, y destruye a todos tus adversarios!
«Cuando llegue ese día, acabaré con todos los caballos y con todos los carros de guerra que hay en medio de ti.
—Palabra del Señor.
»Además, destruiré las ciudades de tu tierra, y convertiré todas tus fortalezas en un montón de escombros.
Asimismo, arrancaré de tu mano las hechicerías, y no volverá a hallarse en ti ningún agorero.
Destruiré las esculturas y las imágenes que hay en medio de ti, y nunca más te inclinarás ante la obra de tus manos.
Arrancaré las imágenes de Asera que hay en medio de ti, y destruiré tus ciudades,
y con ira y con furor me vengaré de las naciones que no me obedecieron.»