El Señor habló con Moisés, y le dijo: «Habla con Aarón y dile que, en ningún momento, ninguno de sus descendientes que tenga algún defecto podrá acercarse a mí, su Dios, para ofrecer mi pan. No podrá acercarse ningún varón con algún defecto, sea este ciego, cojo, mutilado, deforme, o que tenga roto un pie o una mano, o sea jorobado o enano, o que tenga una nube en el ojo, o sarna, o alguna irritación de la piel, o un testículo magullado. Ningún descendiente del sacerdote Aarón podrá acercarse ante mí para presentarme las ofrendas encendidas, si tiene algún defecto. Por tener ese defecto no podrá acercarse a mí para ofrecerme el pan. Podrá comer de mi pan, del alimento muy santo y de las cosas santificadas, pero por tener un defecto no podrá acercarse a la parte posterior del velo ni al altar, para que no profane mi santuario, porque yo soy el Señor, que los santifico.» Y Moisés les comunicó todo esto a Aarón y a sus hijos, y a todos los hijos de Israel.
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