Pero después de que sus hermanos se fueron, también él fue a la fiesta, aunque no abiertamente, sino como en secreto. Los judíos lo buscaban en la fiesta, y decían: «¿Y dónde está ese?» También la multitud murmuraba mucho acerca de él. Algunos decían: «Él es una buena persona», pero otros decían: «No lo es, sino que engaña a la gente», aunque por miedo a los judíos ninguno hablaba abiertamente de él. A la mitad de la fiesta, Jesús fue al templo y comenzó a enseñar. Y los judíos se asombraban, y decían: «¿Cómo es que este sabe de letras, sin haber estudiado?» Jesús les respondió: «Esta enseñanza no es mía, sino de aquel que me envió. El que quiera hacer la voluntad de Dios, sabrá si la enseñanza es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta. El que habla por su propia cuenta, busca su propia gloria; pero el que busca la gloria del que lo envió, este es verdadero, y en él no hay injusticia. ¿Acaso no les dio Moisés la ley, y ninguno de ustedes la cumple? ¿Por qué procuran matarme?» La multitud le respondió: «Tienes un demonio. ¿Quién procura matarte?» Jesús les respondió: «Hice una obra, ¡y todos se quedan asombrados! Por cierto, Moisés les dio la circuncisión (no porque sea de Moisés, sino de los padres ), ¡y en el día de reposo ustedes circuncidan al hombre! Si para no quebrantar la ley de Moisés, el hombre es circuncidado en el día de reposo, ¿por qué ustedes se enojan conmigo por sanar completamente a un hombre en el día de reposo? Sean justos en sus juicios, y no juzguen según las apariencias.»
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