Jesús les dijo: «Yo soy el pan de vida. El que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. Pero yo les he dicho que, aunque me han visto, no creen. Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no lo echo fuera. Porque no he descendido del cielo para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del que me envió: Que de todo lo que él me dio, yo no pierda nada, sino que lo resucite en el día final. Y esta es la voluntad de mi Padre: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo lo resucitaré en el día final.» Los judíos murmuraban acerca de él, porque había dicho: «Yo soy el pan que descendió del cielo.» Y decían: «¿Acaso no es este Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? Entonces ¿cómo puede decir: “Del cielo he descendido”?» Jesús les respondió: «No estén murmurando entre ustedes. Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no lo trae. Y yo lo resucitaré en el día final. En los profetas está escrito: “Y todos serán enseñados por Dios.” Así que, todo aquel que ha oído al Padre, y ha aprendido de él, viene a mí. No es que alguno haya visto al Padre, sino el que vino de Dios; este sí ha visto al Padre. De cierto, de cierto les digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida.
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Como continuación de los tres planes de lectura anteriores de la serie IGLESIA Y CULTURA, en esta cuarta entrega Estaban Vázquez da como conclusión que nuestro desafío es no solo conocer la cultura en la que nos desenvolvemos o los problemas que la aquejan, sino ser modelos de una nueva cultura que pueda transformar aquella en la que vivimos para generar una nueva normalidad compatible con el Reino de Dios.
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Una pausa para reflexionar sobre el significado de la llegada de nuestro Salvador.
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Queremos llevarte a entender una de las verdades más contundentes que encontramos en la Biblia: que la verdadera Plenitud solo la podemos encontrar en Cristo Jesús.
Sin Cristo éramos esclavos de los principios espirituales básicos de este mundo, nuestra alma sometida a sus deseos y limitada a una vida natural sin propósito, pero hay quien ha pagado un precio por nuestra vida... Jesús, Él quiere romper las cadenas y sacarnos de la condición de esclavitud en la que el mundo nos tenia, pues con el precio que pagó ya no somos esclavos, somos hijos de Dios.
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