Dicho esto, agregó: «Nuestro amigo Lázaro duerme, pero voy para despertarlo.»
Entonces, sus discípulos dijeron: «Señor, si duerme, sanará.»
Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro, aunque ellos pensaron que hablaba del reposo del sueño.
Entonces Jesús les dijo abiertamente: «Lázaro ha muerto;
y me alegro por ustedes de no haber estado allí, para que crean. Vayamos a verlo.»
Tomás, a quien llamaban Dídimo, dijo a sus condiscípulos: «Vamos también nosotros, para que muramos con él.»
Cuando Jesús llegó, se encontró con que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro.
Betania estaba cerca de Jerusalén, como unos dos y medio kilómetros,
y muchos de los judíos se habían acercado a Marta y a María, para consolarlas por su hermano.
Cuando Marta oyó que Jesús venía, salió a su encuentro; pero María se quedó en casa.
Y Marta le dijo a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
Pero también sé ahora que todo lo que le pidas a Dios, Dios te lo concederá.»
Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.»
Marta le dijo: «Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día final.»
Jesús le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?»
Le dijo: «Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.»
Dicho esto, Marta fue y llamó a María, su hermana, y en secreto le dijo: «El Maestro está aquí, y te llama.»
Al oír esto, ella se levantó de prisa y fue a su encuentro.
Jesús todavía no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta lo había encontrado.
Cuando los judíos que estaban en casa con María, y la consolaban, vieron que ella se había levantado de prisa y había salido, la siguieron. Decían: «Va al sepulcro, a llorar allí.»
Y cuando María llegó a donde estaba Jesús, y lo vio, se arrojó a sus pies y le dijo: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.»
Entonces Jesús, al ver llorar a María y a los judíos que la acompañaban, se conmovió profundamente y, con su espíritu turbado,
dijo: «¿Dónde lo pusieron?» Le dijeron: «Señor, ven a verlo.»
Y Jesús lloró.
Los judíos dijeron entonces: «Miren cuánto lo amaba.»
Pero algunos de ellos dijeron: «Y este, que le abrió los ojos al ciego, ¿no podría haber evitado que Lázaro muriera?»