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Jeremías 52:7-23

Jeremías 52:7-23 RVC

fue abierta una brecha en la muralla de la ciudad, y todos los soldados se dieron a la fuga. Salieron de la ciudad durante la noche, por la puerta que había entre los dos muros, cerca del jardín del rey. Tomaron el camino del Arabá, mientras los caldeos aún estaban rodeando la ciudad. Entonces el ejército caldeo siguió al rey Sedequías, y lo alcanzó en los llanos de Jericó, pues todo su ejército lo había abandonado. Lo aprehendieron, y lo llevaron ante el rey de Babilonia, que estaba en Ribla, en tierra de Jamat. Allí el rey de Babilonia dictó sentencia contra él. Allí en Ribla el rey de Babilonia mandó degollar a los hijos de Sedequías ante sus propios ojos, lo mismo que a todos los príncipes de Judá. A Sedequías, el rey de Babilonia sólo mandó que le sacaran los ojos y que lo sujetaran con grilletes, después de lo cual hizo que lo llevaran a Babilonia, y lo puso en la cárcel hasta el día en que murió. A los diez días del mes quinto del año diecinueve del reinado de Nabucodonosor de Babilonia, vino a Jerusalén el capitán de la guardia, que se llamaba Nabuzaradán y solía estar delante del rey de Babilonia. Nabuzaradán quemó la casa del Señor y el palacio del rey, y todas las casas de Jerusalén; y le prendió fuego a todo edificio grande. Todo el ejército de los caldeos, que venía con Nabuzaradán, el capitán de la guardia, destruyó todos los muros que rodeaban a Jerusalén. Además, Nabuzaradán hizo que se llevaran cautivos a los pobres del pueblo, a todos los del pueblo que habían quedado en la ciudad, a los desertores que se habían pasado al bando del rey de Babilonia, y a todo el resto del pueblo. A los pobres del país Nabuzaradán los dejó para que sirvieran como viñadores y labradores. Los caldeos hicieron pedazos las columnas de bronce que estaban en la casa del Señor, lo mismo que las bases y el mar de bronce que estaban allí, y todo el bronce se lo llevaron a Babilonia. Se llevaron también los calderos, las palas, las despabiladeras, los tazones, las cucharas, todos los utensilios de bronce con que se ministraba, y los incensarios, tazones, copas, ollas, candeleros, escudillas y tazas. El capitán de la guardia puso aparte lo que era de oro, y lo que era de plata, y se lo llevó. Se llevó también las dos columnas, el mar y los doce bueyes de bronce que estaban debajo de las bases, y que había hecho el rey Salomón para la casa del Señor. El peso de todo este bronce era incalculable. En cuanto a las columnas, cada una de ellas tenía una altura de ocho metros, y estaba rodeada por un cordón de cinco y medio metros; eran huecas, y tenían cinco centímetros de espesor. El capitel de bronce que había sobre ellas tenía una altura de poco más de dos metros, con una red y granadas alrededor del capitel, todo de bronce. La segunda columna con sus granadas era igual. En cada hilera había noventa y seis granadas, aunque todas las que estaban alrededor, sobre la red, eran cien.