En otra ocasión, Sansón fue a Gaza. Allí vio a una prostituta, y tuvo relaciones con ella. Alguien fue a decir a los habitantes de Gaza que Sansón estaba allí, así que ellos fueron y rodearon la casa, y toda la noche estuvieron vigilando sigilosamente a las puertas de la ciudad, pues decían: «Mañana, cuando salga el sol, lo mataremos.» Pero Sansón durmió hasta la medianoche, y a esa hora se levantó, y fue y arrancó las puertas de la ciudad con todo y sus pilares y su cerrojo, se las echó al hombro, y las llevó hasta la cumbre del monte que está frente a Hebrón. Tiempo después, Sansón se enamoró de una mujer del valle de Sorec, que se llamaba Dalila. Los jefes filisteos fueron a visitarla, y le dijeron: «Recurre a tu astucia y averigua en qué consiste su gran fuerza, y cómo podemos vencerlo. Entonces vendremos y lo ataremos para controlarlo, y cada uno de nosotros te dará mil cien monedas de plata.» Y Dalila le preguntó a Sansón: «Por favor, dime en qué consiste tu impresionante fuerza. Si alguien quisiera vencerte, ¿cómo tendría que sujetarte?»
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