¿Quién hizo esto posible? ¿Quién llamó desde el principio a las generaciones? ¡Yo, que soy el Señor! ¡Yo, que soy el primero y el último!
Las costas vieron esto, y tuvieron temor; los confines de la tierra se asustaron y corrieron a reunirse.
Unos a otros se ayudaron; entre vecinos y parientes se animaron.
El carpintero animó al platero; el que martilleaba el metal dijo al que lo moldeaba en el yunque: «Esto va saliendo bien», y lo afirmó con clavos, para que no se moviera.
Pero tú, Israel, eres mi siervo; tú, Jacob, a quien yo escogí, desciendes de mi amigo Abrahán.
Yo fui quien te tomó de los confines de la tierra; yo te llamé de tierras lejanas. Yo te escogí, y no te rechacé; yo te dije: «Tú eres mi siervo».
No tengas miedo, que yo estoy contigo; no te desanimes, que yo soy tu Dios. Yo soy quien te da fuerzas, y siempre te ayudaré; siempre te sostendré con mi justiciera mano derecha.
Todos los que se enojan contra ti quedarán avergonzados y confundidos; los que contienden contigo perecerán, y serán como nada.
Cuando busques a los que contienden contigo, no los hallarás; los que te hacen la guerra serán como nada, ¡inexistentes!
Yo soy el Señor, tu Dios, que te sostiene por la mano derecha y te dice: «No tengas miedo, que yo te ayudo.
Y tú, Jacob, eres como un gusano. Pero no tengas miedo. Ustedes los israelitas, son muy pocos; pero yo soy su socorro.»
—Palabra del Señor, el Santo de Israel, tu Redentor.