El desierto y la soledad se alegrarán; el yermo se regocijará y florecerá como la rosa; florecerá en abundancia, y también se alegrará y cantará con júbilo, pues le serán dadas la belleza del Líbano y la hermosura del Carmelo y de Sarón. ¡Estos montes verán la gloria del Señor, la hermosura de nuestro Dios! Fortalezcan las manos cansadas y afirmen las rodillas endebles. Digan a los de corazón amedrentado: «Esfuércense y no teman. ¡Miren! Aquí viene su Dios, para castigar a sus enemigos como merecen. Dios mismo viene, y él los salvará.» Entonces se abrirán los ojos de los ciegos, lo mismo que los oídos de los sordos. Entonces los cojos saltarán como ciervos, y la lengua del mudo cantará; porque en el desierto serán cavados pozos de agua, y en la soledad correrán torrentes. El páramo se convertirá en estanque, el sequedal en manantiales de agua, y en la guarida de los chacales crecerán cañas y juncos. Allí habrá un camino empedrado, que será llamado «Camino de Santidad». No pasará por allí nada impuro, porque Dios mismo estará con ellos. Si alguien pasa por este camino, no se extraviará, por más torpe que sea. En ese camino no habrá leones, ni pasará por él ninguna fiera, para que los redimidos puedan transitarlo. Y los redimidos del Señor volverán. Vendrán a Sión entre gritos de infinita alegría. Cada uno de ellos tendrá gozo y alegría, y desaparecerán el llanto y la tristeza.
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