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Isaías 30:8-26

Isaías 30:8-26 RVC

Así que ve ahora y escribe esto en una tablilla, para que lo lean; regístralo en un libro, para que permanezca hasta el día final, a través de todos los tiempos. Porque este es un pueblo rebelde; es gente mentirosa, que no quiere obedecer las enseñanzas del Señor; a los videntes les dicen: «Ustedes no vean», y a los profetas les piden: «No nos anuncien lo que debemos hacer; mejor digan cosas halagüeñas, anuncien cosas ilusorias; háganse a un lado, apártense de nuestro camino, ¡alejen de nuestra vista al Santo de Israel!» Por eso el Santo de Israel dice así: «Ya que ustedes han rechazado esta palabra, y confían en la violencia y en la iniquidad, y se apoyan en ellas, este pecado será para ustedes como una grieta que se extiende por un alto muro, hasta resquebrajarlo y hacer que se derrumbe en cualquier momento. Y este se resquebrajará como una vasija de alfarero, que sin misericordia la hacen pedazos; a tal grado que, de entre los añicos, no se encuentra un solo tiesto para sacar fuego del hogar ni agua del pozo.» Así ha dicho Dios el Señor, el Santo de Israel: «La salvación de ustedes depende de que mantengan la calma. Su fuerza radica en mantener la calma y en confiar en mí.» Pero ustedes no quisieron obedecer, sino que dijeron: «De ninguna manera. Preferimos huir a galope. ¡Cabalgaremos sobre veloces corceles!» Por lo tanto, tendrán que huir, y sus perseguidores serán más veloces que ustedes. Un millar de ustedes huirá ante la amenaza de un solo hombre; y ante la amenaza de cinco huirán todos ustedes, hasta quedar solitarios como un mástil en la cumbre de un monte; ¡como bandera sobre una colina! Por lo tanto, el Señor esperará un poco y tendrá piedad de ustedes, y por eso será exaltado por la misericordia que tendrá de ustedes. Ciertamente el Señor es un Dios justo; ¡dichosos todos los que confían en él! Ustedes, los que habitan en el monte Sión, en Jerusalén, nunca más volverán a llorar; porque el Dios misericordioso se apiadará de ustedes, y les responderá cuando oiga la voz de su clamor. Aunque el Señor les hará comer un pan de congoja y les dará a beber agua de angustia, nunca más se les quitarán sus maestros, sino que los verán con sus propios ojos. Entonces oirán ustedes decir a sus espaldas estas palabras: «Este es el camino; vayan por él. No se desvíen a la derecha ni a la izquierda.» Entonces rasparán la cubierta de sus esculturas de plata y la vestidura de sus imágenes de oro fundido; las harán a un lado, como a un trapo asqueroso, y dirán: «¡Fuera de aquí!» Cuando siembres la tierra, el Señor enviará lluvia sobre tu siembra, y del fruto de la tierra te dará abundante comida. Entonces tus ganados pastarán en terrenos espaciosos; tus bueyes y tus asnos, con los que labras la tierra, comerán grano limpio, sacudido con pala y criba; y el día de la gran matanza, cuando caigan las torres, sobre todo monte alto y sobre toda colina elevada habrá muchos ríos y arroyos. El día que el Señor ponga una venda en la herida de su pueblo, y cure la llaga que le causó, la luz de la luna alumbrará como la luz del sol, y la luz del sol alumbrará siete veces más, como la luz de siete días.

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