En ese día se cantará en Judá este cántico: ¡Fuerte es nuestra ciudad! ¡Por muros y antemuros Dios le puso salvación! ¡Abran las puertas, y que entren los justos, los guardianes de la verdad! Tú guardas en completa paz a quien siempre piensa en ti y pone en ti su confianza. Confíen siempre en el Señor, porque él es la Roca eterna. Él hizo caer por tierra a los que habitan en las alturas; humilló a la ciudad exaltada, ¡la derribó hasta el polvo, y hoy la aplastan con el pie los afligidos y los menesterosos! Recto es el camino del hombre justo, y tú, que también eres recto, le despejas el camino. Señor, nuestra esperanza reposa en el camino de tu justicia; son tu nombre y tu memoria el mayor deseo de nuestra alma. Por las noches te desea mi alma, y mientras haya en mí un hálito de vida, te buscaré por la mañana porque, cuando tú emites un juicio, los que habitan este mundo aprenden a hacer justicia. Pero no se aprende a hacer justicia cuando se muestra piedad al malvado. Surge la maldad en el país de la rectitud, y deja de verse la majestad del Señor. Señor, tú has levantado la mano, pero tus enemigos no la ven; ¡haz que la vean y que se avergüencen los que envidian a tu pueblo! ¡haz que el fuego los consuma! Tú, Señor, nos harás vivir en paz, porque tú nos has ayudado a realizar todas nuestras obras. Dios y Señor nuestro, otros señores han querido dominarnos, pero nosotros solo invocamos tu nombre.
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