¡Miren, el Señor deja la tierra desnuda y vacía! ¡Trastorna su faz y esparce a sus habitantes!
Lo mismo sucede entre pueblo y sacerdote, entre criado y amo, entre criada y ama, entre comprador y vendedor, entre acreedor y deudor, entre el que presta y el que pide prestado.
La tierra ha quedado totalmente vacía y saqueada, porque el Señor ha emitido esta sentencia.
La tierra ha quedado destruida. Cayó enferma, y con ella también el mundo. ¡El cielo y la tierra se enfermaron!
La tierra quedó contaminada por causa de sus habitantes, pues transgredieron las leyes, falsearon el derecho, y quebrantaron el pacto eterno.
Por eso la maldición consume la tierra, y sus habitantes son asolados; por eso han sido consumidos los habitantes de la tierra y son muy pocos los que aún quedan.
El vino se ha perdido, pues la vid se marchita; ¡gimen todos los de alegre corazón!
Ha cesado la alegría de los panderos y del arpa; se ha acabado el alboroto de los que se divierten.
Ya no mezclan el vino con los cantos; la sidra les sabe amarga a quienes la toman.
Desolada y vacía está la ciudad; todas las casas se han cerrado, y no entra nadie.
Hay clamor en las calles porque falta el vino; se apagó el gozo, desapareció del país la alegría.
La ciudad ha quedado en ruinas; la puerta fue derribada.
En medio de la tierra y de los pueblos sucederá lo que sucede con los olivos sacudidos y con lo que queda después de la vendimia.
Pero habrá quienes alcen la voz y canten con gozo por la grandeza del Señor. Desde el mar darán voces:
«¡Glorifiquen en los valles y en las costas del mar el nombre del Señor, Dios de Israel!»
Desde lo último de la tierra oímos que se canta: «¡Gloria al Justo!»
Y yo digo: «¡Ay de mí! ¡Qué desdicha, qué desdicha! ¡Los traidores traicionan! ¡Y solo saben traicionar!»
Contra ti, habitante del país, hay terror, foso y trampa.
Cuando quieras huir de la voz del terror, caerás en el foso; y cuando quieras salir del foso, caerás en la trampa. Porque se abrirán las ventanas de los cielos, y temblarán los fundamentos de la tierra.
Sí, la tierra será totalmente destruida, del todo desmenuzada, en gran manera sacudida.
Se tambaleará como un ebrio, será removida como una choza; bajo el peso de su pecado caerá, y nunca más volverá a levantarse.
Cuando llegue ese día, el Señor castigará en lo alto al ejército de los cielos, y en este mundo a los reyes de la tierra.
Y serán amontonados en una mazmorra, como se amontona a los encarcelados. En esa prisión quedarán encerrados, y después de un largo tiempo serán llamados a cuentas.
Cuando el Señor de los ejércitos reine en el monte Sión y en Jerusalén, y muestre su gloria ante sus ancianos, la blanca luna se pondrá roja de vergüenza, y el ardiente sol palidecerá.