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Oseas 2:2-16

Oseas 2:2-16 RVC

Pero repróchenle a su madre el hecho de no ser ella mi mujer, ni yo su marido. Díganle que deje de serme infiel, que no cometa más adulterio. De lo contrario, le arrancaré la ropa y la dejaré desnuda, como estaba el día en que nació. La dejaré desolada como un desierto, como tierra seca, y la mataré de sed. No tendré compasión alguna de sus hijos, porque son hijos de una prostituta. Es un hecho que su madre se prostituyó; la que los dio a luz perdió la honra cuando dijo: “Voy a seguir a mis amantes, porque ellos me dan pan y agua, lana y lino, aceite y vino.” Por eso voy a plagar su camino con espinos; voy a cerrarle el paso, para que no encuentre el camino. Podrá seguir a sus amantes, pero no logrará alcanzarlos; irá en su busca, pero no los hallará. Y entonces dirá: “Voy a volver con mi primer marido, porque con él me iba mejor que ahora.” »Y es que ella no ha reconocido que soy yo quien le ha dado el trigo, el vino y el aceite; que soy yo quien le ha multiplicado la plata y el oro que le ofrece a Baal. Por eso en su momento haré que me devuelva mi trigo y mi vino; le quitaré mi lana y mi lino, que le había dado para que cubriera su desnudez, y a la vista de sus amantes pondré al descubierto sus partes pudendas. ¡Nadie la librará de mi mano! Pondré fin a todo su alborozo y a sus fiestas, a sus lunas nuevas y a sus días de reposo, y a todas sus festividades. Arrasaré sus viñas y sus higueras, que ella consideraba la paga que le dieron sus amantes, y las reduciré a un matorral, y se las comerán las bestias del campo. La castigaré por los días en que ofreció incienso a los baales, cuando se adornaba con zarcillos y joyas, y se iba en pos de sus amantes, y se olvidaba de mí. —Palabra del Señor. »Sin embargo, volveré a cortejarla. La llevaré al desierto, y allí me ganaré su corazón. Allí le devolveré sus viñas, y haré del valle de Acor una puerta de esperanza; allí volverá a cantar, como cuando era joven; como cuando salió de la tierra de Egipto. »Cuando llegue el momento, tú me llamarás Ishí, y nunca más volverás a llamarme Baalí. —Palabra del Señor.

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