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Hebreos 2:6-18

Hebreos 2:6-18 RVC

Como alguien testificó en cierto lugar: «¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre, para que lo tengas en cuenta? Lo hiciste un poco menor que los ángeles; lo coronaste de gloria y de honra, y lo pusiste sobre las obras de tus manos; todo lo sujetaste debajo de sus pies.» Así que, si Dios puso todas las cosas debajo de sus pies, entonces no dejó nada que no esté sujeto a él. Sin embargo, todavía no vemos que todas las cosas le estén sujetas. Lo que sí vemos es que Jesús, que fue hecho un poco menor que los ángeles, está coronado de gloria y de honra, a causa de la muerte que sufrió. Dios, en su bondad, quiso que Jesús experimentara la muerte para el bien de todos. Porque convenía que Dios, por quien todas las cosas existen y subsisten, perfeccionara mediante el sufrimiento al autor de la salvación de ellos, a fin de llevar muchos hijos a la gloria. Porque el mismo origen tienen el que santifica y los que son santificados. Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos cuando dice: «Anunciaré tu nombre a mis hermanos, y en medio de la congregación te alabaré.» Y en otra parte: «Yo confiaré en él.» Y una vez más: «Aquí estoy, con los hijos que Dios me dio.» Así como los hijos eran de carne y hueso, también él era de carne y hueso, para que por medio de la muerte destruyera al que tenía el dominio sobre la muerte, es decir, al diablo, y de esa manera librara a todos los que, por temor a la muerte, toda su vida habían estado sometidos a esclavitud. Ciertamente él no vino para ayudar a los ángeles, sino a los descendientes de Abrahán. Por eso le era necesario ser semejante a sus hermanos en todo: para que llegara a ser un sumo sacerdote misericordioso y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiara los pecados del pueblo. Puesto que él mismo sufrió la tentación, es poderoso para ayudar a los que son tentados.