Por la fe, Isaac bendijo a Jacob y a Esaú acerca de las cosas venideras.
Por la fe, cuando Jacob murió, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyado en la punta de su bastón.
Por la fe, cuando José murió, anunció la salida de los hijos de Israel y dio instrucciones en cuanto a qué hacer con sus restos mortales.
Por la fe, cuando Moisés nació, sus padres lo escondieron durante tres meses, pues al ver que era un niño muy hermoso no tuvieron miedo del decreto del rey.
Por la fe, cuando Moisés ya era adulto, rehusó llamarse hijo de la hija del faraón,
y prefirió ser maltratado junto con el pueblo de Dios, antes que gozar de los deleites temporales del pecado,
pues consideró que sufrir el oprobio de Cristo era una riqueza mayor que los tesoros de los egipcios. Y es que su mirada estaba fija en la recompensa.
Por la fe salió de Egipto, sin temor a la ira del rey, y se mantuvo firme, como si estuviera viendo al Invisible.
Por la fe, celebró la pascua y el rociamiento de la sangre, para que el que destruía a los primogénitos no llegara a tocarlos.
Por la fe, pasaron por el Mar Rojo como si pisaran tierra seca; y cuando los egipcios intentaron hacer lo mismo, murieron ahogados.
Por la fe, cayeron las murallas de Jericó después de rodearlas siete días.
Por la fe, la ramera Rajab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías.
¿Y qué más puedo decir? Tiempo me faltaría para hablar de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas,
que por la fe conquistaron reinos, impartieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones,
apagaron fuegos impetuosos, escaparon del filo de la espada, sacaron fuerzas de flaqueza, llegaron a ser poderosos en batallas y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros.
Hubo mujeres que por medio de la resurrección recuperaron a sus muertos. Pero otros fueron atormentados, y no aceptaron ser liberados porque esperaban obtener una mejor resurrección.
Otros sufrieron burlas y azotes, y hasta cadenas y cárceles.
Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de un lado a otro cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pobres, angustiados y maltratados.
Estos hombres, de los que el mundo no era digno, anduvieron errantes por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra.
Y aunque por medio de la fe todos ellos fueron reconocidos y aprobados, no recibieron lo prometido.
Todo esto sucedió para que ellos no fueran perfeccionados aparte de nosotros, pues Dios había preparado algo mejor para nosotros.