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Génesis 41:1-53

Génesis 41:1-53 RVC

Dos años después, sucedió que el faraón tuvo un sueño, en el que se veía de pie, junto al río. Del río salían siete vacas, muy hermosas y gordas, que se alimentaban de los pastos. Tras ellas salían del río otras siete vacas, muy flacas y feas, que se pararon a la orilla del río, cerca de las vacas hermosas, ¡y las vacas flacas y feas se comían a las siete vacas hermosas y gordas! Y el faraón se despertó. Pero volvió a dormirse, y la segunda vez soñó que de una sola caña crecían siete espigas, muy hermosas y llenas de trigo, y que tras ellas salían otras siete espigas, delgadas y marchitadas por el viento solano; ¡y las siete espigas delgadas se comían a las siete espigas hermosas y llenas de trigo! Y el faraón se despertó, y vio que solo era un sueño. Por la mañana el faraón estaba muy agitado, y mandó llamar a todos los magos de Egipto y a todos sus sabios; y el faraón les contó sus sueños, pero no había quien se los pudiera interpretar. Entonces el jefe de los coperos habló con el faraón y le dijo: «Ahora me acuerdo de que he fallado. Cuando Su Majestad se enojó contra el jefe de los panaderos y contra mí, sus siervos, nos mandó a la prisión en la casa del capitán de la guardia. Y en una misma noche él y yo tuvimos un sueño, y cada sueño tenía su propio significado. Allí, con nosotros, estaba un joven hebreo, siervo del capitán de la guardia; y cuando le contamos nuestros sueños, él nos interpretó lo que cada uno había soñado. Y resultó que todo sucedió tal y como él nos los interpretó: yo fui restituido a mi puesto, y el otro fue enviado a la horca.» El faraón mandó entonces llamar a José. Con mucha prisa lo sacaron de la cárcel, y él se afeitó y se cambió de ropa, y se presentó ante el faraón. El faraón le dijo: «He tenido un sueño, y no hay quien lo interprete. Pero he oído decir que tú oyes un sueño y lo puedes interpretar.» José le respondió al faraón: «No depende de mí. Pero Dios dará al faraón una respuesta propicia.» Entonces el faraón le dijo: «En mi sueño, yo me veía de pie, a la orilla del río. Del río salieron siete vacas muy gordas y hermosas, que se alimentaban de los pastos. Detrás de ellas salieron otras siete vacas, muy flacas y feas. ¡Estaban tan flacas, que no he visto otras tan feas en toda la tierra de Egipto! Y las vacas flacas y feas se comían a las primeras siete vacas gordas, y estas entraban en su panza, y nadie podía saber que las tuvieran adentro, porque se veían igual de flacas, como al principio. Entonces desperté. En mis sueños también vi que siete espigas, llenas de trigo y hermosas, crecían de un mismo tallo. Tras ellas crecían otras siete espigas, delgadas y marchitadas por el viento solano, ¡y las espigas delgadas se comían a las siete espigas hermosas! Les he dicho esto a los magos, pero no hay quien me lo interprete.» José le respondió al faraón: «El sueño de mi señor el faraón es uno solo. Dios le ha hecho saber lo que él está por hacer. Las siete vacas hermosas son siete años, y las espigas hermosas también son siete años. El sueño es uno solo. También las siete vacas flacas y feas que subían tras ellas son siete años, y las siete espigas delgadas y marchitadas por el viento solano serán siete años de hambre. Esta es mi respuesta a Su Majestad: Dios ha mostrado a Su Majestad lo que él está por hacer. Vienen ya siete años de gran abundancia en toda la tierra de Egipto. Pero a estos les seguirán siete años de hambre. Toda la abundancia será olvidada en la tierra de Egipto, porque el hambre acabará con la tierra. Por causa del hambre que vendrá, y que será gravísima, esa abundancia quedará ignorada. El hecho de que Su Majestad haya tenido el mismo sueño dos veces, significa que Dios ha decidido hacer esto, y que muy pronto lo hará. Su Majestad debe buscarse ya un hombre inteligente y sabio, y ponerlo al frente de la tierra de Egipto. Debe también poner gobernadores al frente del país, y tomar la quinta parte de lo que produzca la tierra de Egipto durante los siete años de abundancia. Se deben almacenar todos los alimentos de estos buenos años que vienen, y bajo el control de Su Majestad recogerse y guardarse el trigo, para el sustento de las ciudades. Estas provisiones deben quedar almacenadas para el país, para los siete años de hambre que habrá en la tierra de Egipto. Así el país no perecerá de hambre.» Esto le pareció bien al faraón y a sus siervos, y el faraón les dijo a sus siervos: «¿Podremos encontrar a otro hombre como este, en quien esté el espíritu de Dios?» A José le dijo: «Puesto que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay nadie tan inteligente y sabio como tú. Así que tú estarás al frente de mi casa, y todo mi pueblo se someterá a lo que digas; solamente en el trono seré mayor que tú.» También le dijo el faraón a José: «Como ves, yo te he puesto al frente de toda la tierra de Egipto.» Y el faraón se quitó su anillo de la mano, y lo puso en la mano de José; también hizo que lo vistieran con ropas de lino muy fino, y en el cuello le puso un collar de oro; después hizo que subiera en su segundo carro, y que delante de él se gritara: «¡De rodillas!»; y lo puso al frente de toda la tierra de Egipto. Luego el faraón le dijo a José: «Yo soy el faraón. Pero sin ti nadie alzará la mano ni el pie en toda la tierra de Egipto.» Y el faraón le dio a José el nombre de Safenat Paneaj, y le dio por mujer a Asenat, la hija de Potifera, el sacerdote de On. Entonces José salió para recorrer toda la tierra de Egipto. José tenía treinta años de edad cuando fue presentado ante el faraón, rey de Egipto. Y salió José de la presencia del faraón, y recorrió toda la tierra de Egipto. En aquellos siete años de abundancia la tierra produjo en grandes cantidades. Y José recogió todo el alimento de los siete años de abundancia que hubo en la tierra de Egipto, y almacenó alimento en las ciudades, y entregó a cada ciudad el alimento del campo de sus alrededores. José recogió trigo en grandes cantidades, como si fuera arena del mar, al grado de no poder contarlo, porque era incontable. Antes de que llegara el primer año de hambre, le nacieron a José dos hijos, los cuales le dio Asenat, la hija de Potifera, el sacerdote de On. Al primogénito le puso por nombre Manasés, porque dijo: «Dios me ha hecho olvidar todos mis sufrimientos, y toda la casa de mi padre.» Al segundo le puso por nombre Efraín; porque dijo: «Dios me hizo fructificar en la tierra de mi aflicción.» Los siete años de abundancia que hubo en la tierra de Egipto llegaron a su fin