Pero el ángel del Señor lo llamó desde el cielo, y le dijo: «¡Abrahán, Abrahán!» Y él respondió: «¡Aquí estoy!» Y el ángel dijo: «No extiendas tu mano sobre el niño, ni le hagas nada. Yo sé bien que temes a Dios, pues no me has negado a tu único hijo.» Abrahán levantó entonces los ojos, y vio que a sus espaldas había un carnero, trabado por los cuernos en un zarzal. Y Abrahán fue y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. A ese lugar Abrahán le puso por nombre «El Señor proveerá.» Por eso es que aún hoy se dice: «En un monte el Señor proveerá.» Por segunda vez, el ángel del Señor llamó a Abrahán desde el cielo y le dijo: «Yo, el Señor, he jurado por mí mismo que, por esto que has hecho, de no negarme a tu único hijo, ciertamente te bendeciré; multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que hay a la orilla del mar; ¡tu descendencia conquistará las ciudades de sus enemigos! En tu simiente serán bendecidas todas las naciones de la tierra, por cuanto atendiste a mi voz.» Y Abrahán volvió a donde estaban sus siervos, y juntos se levantaron de allí y se fueron a Berseba. Allí en Berseba Abrahán se quedó a vivir.
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