Ciertamente la gracia de Dios los ha salvado por medio de la fe. Esta no nació de ustedes, sino que es un don de Dios;
ni es resultado de las obras, para que nadie se vanaglorie.
Nosotros somos hechura suya; hemos sido creados en Cristo Jesús para realizar buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que vivamos de acuerdo con ellas.
Por lo tanto ustedes, que por nacimiento no son judíos, y que son llamados «incircuncisos» por los que desde su nacimiento han sido físicamente circuncidados, deben recordar esto:
En aquel tiempo ustedes estaban sin Cristo, vivían alejados de la ciudadanía de Israel y eran ajenos a los pactos de la promesa; vivían en este mundo sin Dios y sin esperanza.
Pero ahora, en Cristo Jesús, ustedes, que en otro tiempo estaban lejos, han sido acercados por la sangre de Cristo.
Porque él es nuestra paz. De dos pueblos hizo uno solo, al derribar la pared intermedia de separación
y al abolir en su propio cuerpo las enemistades. Él puso fin a la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo, de los dos pueblos, una nueva humanidad, haciendo la paz,
y para reconciliar con Dios a los dos en un solo cuerpo mediante la cruz, sobre la cual puso fin a las enemistades.
Él vino y a ustedes, que estaban lejos, les anunció las buenas nuevas de paz, lo mismo que a los que estaban cerca.
Por medio de él, unos y otros tenemos acceso al Padre en un mismo Espíritu.
Por lo tanto, ustedes ya no son extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios,
y están edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, cuya principal piedra angular es Jesucristo mismo.
En Cristo, todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para llegar a ser un templo santo en el Señor;
en Cristo, también ustedes son edificados en unión con él, para que allí habite Dios en el Espíritu.