No hay nada como ser sabio. No hay nada como saber explicarlo todo. La sabiduría ilumina el rostro del hombre y cambia su semblante hosco. Te aconsejo cumplir con las órdenes del rey y con tu palabra jurada ante Dios. No te retires de su presencia con premura. No insistas en contrariarlo, porque él hará lo que le plazca. La palabra del rey es ley, y nadie puede cuestionarle nada. El que cumple con sus órdenes no sufrirá ningún mal, y la mente del sabio discierne el mejor momento de cumplirlas, pues todo proyecto tiene su momento para realizarlo. Pero pesa sobre el hombre un gran problema, y es que este no sabe lo que va a pasar, ni cuándo pasará, ni hay tampoco nadie que se lo diga. Nadie tiene poder sobre el espíritu, para retenerlo, ni tiene tampoco poder sobre la hora de la muerte. En esa guerra, las armas no sirven de nada, ni tampoco puede la maldad poner a salvo al malvado. Todo esto lo he visto, y he dedicado mi corazón al estudio de todo lo que se hace bajo el sol. Hay momentos en que los unos dominan a los otros, para su propio mal. También he visto que a los inicuos se les sepulta con honra, mientras que a los que frecuentaban el lugar santo se les echó al olvido en la misma ciudad donde se condujeron con rectitud. ¡Y también esto es vanidad! Y es que cuando la sentencia para castigar una mala acción no se ejecuta de inmediato, el corazón de los mortales se dispone a seguir actuando mal. El pecador puede pecar cien veces y prolongar su vida; sin embargo, yo sé que a los que muestran temor y reverencia ante Dios también les irá bien; por el contrario, a los malvados, a los que no muestran reverencia ante Dios, no les irá bien ni se les prolongará la vida, sino que se desvanecerán como una sombra. Sobre la tierra sucede algo que no tiene sentido: hay gente honrada que es tratada como si cometiera cosas malas, y hay gente malvada que es tratada como si hiciera cosas buenas. Y yo digo que también esto es vanidad. Por eso alabo a la alegría, pues los mortales no tenemos bajo el sol otro bien que no sea el de comer y beber y divertirnos. Solo esto nos queda de tanto afanarnos durante la vida que Dios nos concede bajo el sol.
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