Cuando vayas a la casa de Dios, refrena tus pasos. En vez de acercarte para ofrecer sacrificios de gente necia, que no sabe que hace mal, acércate para oír. No permitas que tu boca ni tu corazón se apresuren a decir nada delante de Dios, porque Dios está en el cielo y tú estás en la tierra. Por lo tanto, habla lo menos que puedas, porque si te preocupas mucho, tienes pesadillas; y si hablas mucho, dices tonterías. Cuando le hagas una promesa a Dios, no tardes en cumplírsela, porque a Dios no le agrada la gente necia. Cumple lo que prometas, porque es mejor que no prometas, y no que prometas y no cumplas. No permitas que tus labios te hagan pecar, ni digas delante del ángel que lo hiciste por ignorancia. ¿Para qué provocar que Dios se enoje por tus palabras, y que destruya todo lo que has hecho? Tú debes temer a Dios. Porque cuando los sueños aumentan, también aumentan las palabras huecas.
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