»¡Cuidado! No vayas a olvidarte del Señor tu Dios, ni de cumplir sus mandamientos, sus decretos y sus estatutos, que hoy te ordeno cumplir.
No vaya a ser que luego de que comas y te sacies, y edifiques buenas casas y las habites,
y tus vacas y tus ovejas aumenten en número, y la plata y el oro se te multipliquen, y todo lo que tengas aumente,
tu corazón se enorgullezca y te olvides del Señor tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, donde eras esclavo,
y te hizo caminar por un desierto grande y espantoso, lleno de serpientes venenosas, y de escorpiones, donde no había agua, y él sacó para ti agua de la roca del pedernal, y apagó tu sed;
tu Dios que en el desierto te sustentó con maná, comida que tus padres no habían conocido, y te afligió y te puso a prueba, para finalmente hacerte bien.
No vayas a decir en tu corazón: “Mi poder y la fuerza de mi brazo me han hecho ganar estas riquezas.”
Más bien, acuérdate del Señor tu Dios, porque él es quien te da el poder de ganar esas riquezas, a fin de confirmar el pacto que hizo con tus padres, como en este día.
Pero si llegan a olvidarse del Señor su Dios y se van tras dioses ajenos, y les sirven y se inclinan ante ellos, yo les hago saber hoy que de cierto perecerán.
Por no atender a la voz del Señor su Dios, perecerán como las naciones que el Señor va a destruir delante de ustedes.