»Cuando el Señor tu Dios te haya introducido en la tierra que juró dar a tus padres Abrahán, Isaac y Jacob, y te dé ciudades grandes y buenas que tú no edificaste,
y casas llenas de todo bien que tú no llenaste, y cisternas que tú no cavaste, y viñas y olivares que tú no plantaste, una vez que hayas comido y quedes satisfecho
ten cuidado de no olvidarte del Señor, que te sacó de Egipto, donde eras esclavo.
Al Señor tu Dios temerás, y solo a él servirás, y por su nombre jurarás.
No se irán ustedes tras dioses ajenos, tras los dioses de los pueblos que están en sus contornos,
porque el Señor tu Dios está en medio de ti, y es un Dios celoso. No sea que el furor del Señor tu Dios se encienda contra ti, y te borre de esta tierra.
»No tentarán al Señor su Dios, como lo hicieron en Masah.
Cumplan cuidadosamente los mandamientos, testimonios y estatutos que el Señor su Dios les ha ordenado cumplir.
Haz lo recto y lo bueno a los ojos del Señor, para que te vaya bien y entres y tomes posesión de la buena tierra que el Señor juró dar a tus padres,
y para que él arroje de tu presencia a tus enemigos, tal y como el Señor lo ha dicho.
»El día de mañana, cuando tu hijo te pregunte: “¿Qué significan los testimonios y estatutos y decretos que el Señor nuestro Dios les mandó cumplir?”,
le dirás: “En Egipto, éramos esclavos del faraón. Pero el Señor nos sacó de allá con mano poderosa.
Ante nuestros propios ojos, el Señor realizó en Egipto grandes señales y milagros terribles contra el faraón y contra toda su casa.
Nos sacó de allá, para traernos aquí y darnos la tierra que juró dar a nuestros padres.
El Señor nuestro Dios nos mandó cumplir todos estos estatutos, y temerlo, para que nos vaya bien siempre y él nos conserve la vida, como hasta el día de hoy.
Si tenemos cuidado de poner por obra todos estos mandamientos delante del Señor nuestro Dios, como él nos lo ha mandado, tendremos justicia.”